Declaraci�n Conjunta

en ocasi�n de la conmemoraci�n com�n cat�lico-luterana de la Reforma

Lund, 31 de Octubre de 2016

Permaneced en m�, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por s� mismo, si no permanece en la vid, as� tampoco vosotros si no permanec�is en m� (Juan 15,4).

Con corazones agradecidos

Con esta declaraci�n conjunta, expresamos nuestra gozosa gratitud a Dios por este momento de oraci�n com�n en la catedral de Lund, con la que inauguramos la conmemoraci�n de los quinientos a�os de la Reforma. Cincuenta a�os del constante y fruct�fero di�logo cat�lico-luterano nos han ayudado a superar muchas diferencias y han afianzado y profundizado nuestro mutuo conocimiento y confianza rec�proca. El servicio conjunto al pr�jimo, frecuentemente en circunstancias de sufrimiento y persecuci�n, nos hemos acercado mucho m�s entre nosotros. Mediante el di�logo y el testimonio conjunto a nuestro pr�jimo ya no somos extra�os. Por el contrario, hemos aprendido que lo que nos une es m�s que lo que nos divide.

Pasando del conflicto a la comuni�n

Profundamente agradecidos por los dones espirituales y teol�gicos recibidos a trav�s de la Reforma, confesamos y lamentamos delante de Cristo el hecho de que luteranos y cat�licos hayan herido la unidad visible de la Iglesia. Las diferencias teol�gicas se acompa�aron de prejuicios y conflictos, y la religi�n fue instrumentalizada con fines pol�ticos. Nuestra fe com�n en Jesucristo y nuestro bautismo nos exigen una conversi�n diaria, por la que nos despojamos de los desacuerdos y conflictos hist�ricos que impiden nuestra reconciliaci�n. Aunque el pasado no puede ser cambiado, su recuerdo y la manera como lo recordamos pueden ser transformados. Oramos por la sanaci�n de nuestras heridas y de las memorias que obnubilan
nuestra visi�n del otro. Categ�ricamente rechazamos todo odio y violencia, pasados y presentes, especialmente cuando propuestos en nombre de la religi�n. Hoy, escuchamos el mandato divino de excluir todo conflicto. Reconocemos que somos liberados por la gracia, para avanzar hacia la comuni�n a la que Dios nos invita continuamente.

Nuestro compromiso de dar testimonio com�n

Mientras superamos aquellos episodios hist�ricos que nos pesan, nos comprometemos a dar testimonio com�n de la gracia misericordiosa de Dios, hecha visible en Jesucristo crucificado y resucitado. Conscientes de que la manera en que nos relacionamos unos a otros modela nuestro testimonio del Evangelio, nos comprometemos a seguir creciendo en la comuni�n en raz�n de nuestro bautismo, mientras buscamos remover los ulteriores obst�culos que nos impiden alcanzar la unidad plena. Cristo desea que seamos uno, para que el mundo crea (cf. Juan 17,21).

Muchos miembros de nuestras comunidades anhelan recibir la eucarist�a en una misma mesa, como expresi�n concreta de la plena unidad. Experimentamos el dolor de aquellos que comparten toda su vida, pero no pueden compartir la presencia redentora de Dios en la mesa eucar�stica. Reconocemos nuestra responsabilidad pastoral com�n de responder a la sed y el hambre espiritual de nuestro pueblo de ser uno en Cristo. Anhelamos ver el d�a en que esta herida del Cuerpo de Cristo sea sanada. Este es el objetivo de nuestros esfuerzos ecum�nicos, que tambi�n esperamos promover, tambi�n renovando nuestro compromiso de continuar el di�logo teol�gico.

Rezamos a Dios para que cat�licos y luteranos sean capaces de dar testimonio com�n del Evangelio de Jesucristo, invitando a la humanidad a escuchar y recibir la buena nueva de la acci�n redentora de Dios. Imploramos de Dios inspiraci�n, �nimo y fortaleza para juntos poder servir, promoviendo la dignidad y los derechos humanos, especialmente de los pobres, trabajando por la justicia y rechazando toda forma de violencia. El Se�or nos llama a estar cerca de todos aquellos que anhelan dignidad, justicia, paz y reconciliaci�n. Hoy, en particular, clamamos por el fin de la violencia y el extremismo que afecta a muchos pa�ses y comunidades, as� como a innumerables hermanas y hermanos en Cristo. Urgimos a luteranos y cat�licos para que trabajen conjuntamente para acoger al extranjero, socorrer a los desplazados a causa de la guerra y la persecuci�n, y defender los derechos de los refugiados y de aquellos que buscan asilo.

Hoy m�s que nunca, nos damos cuenta de que nuestro servicio com�n en este mundo debe extenderse a la creaci�n de Dios, que sufre explotaci�n y los efectos de una avidez insaciable. Reconocemos el derecho de las futuras generaciones de gozar del mundo que Dios nos dio en todo su potencial y belleza. Oramos para que se opere un cambio en los corazones y las mentes que lleve a un cuidado amoroso y responsable de la creaci�n.

Ser uno en Cristo

En esta ocasi�n auspiciosa, expresamos nuestra gratitud a todos los representantes de las distintas Comuniones Cristianas Mundiales y Fraternidades que nos han acompa�ado en esta oraci�n. Al renovar nuestro compromiso de pasar del conflicto a la comuni�n, lo hacemos como parte del �nico Cuerpo de Cristo en el que hemos sido incorporados a trav�s del bautismo. Invitamos a nuestros interlocutores ecum�nicos a recordarnos nuestros compromisos y a estimularnos a cumplirlos. Les pedimos que sigan rezando por nosotros, caminando con nosotros, apoy�ndonos para vivir plenamente los compromisos que en oraci�n hemos manifestado en este d�a.

Un llamado a los cat�licos y luteranos del mundo entero

Exhortamos a todas las comunidades y parroquias luteranas y cat�licas a ser audaces y creativas, gozosas y llenas de esperanza, en su compromiso para seguir recorriendo el camino importante que todav�a nos queda. En lugar de los conflictos del pasado, el don divino de la unidad entre nosotros guiar� la cooperaci�n y reforzar� nuestra solidaridad. Al acercarnos a Cristo en la fe, al orar juntos, al escucharnos mutuamente y manifestar el amor de Cristo en nuestras relaciones, nosotros, cat�licos y luteranos, nos abrimos al poder del Dios Uno y Trino. Enraizados en Cristo y dando testimonio de �l, renovamos nuestra determinaci�n de ser fieles mensajeros del infinito amor de Dios para toda la humanidad.